Cualquier actitud fanática violenta (física y/o psicológica) tiene como referente mediador la interpretación interesada y simplista de una ideología que le da una cobertura ética y emocional. Esta actitud intransigente muchas veces se refleja en una reacción donde prevalece el instinto, que sólo añade más leña al fuego de la intolerancia, sin darse cuenta de que el problema es proteico y que la solución requiere paciencia para comprender las causas, los antecedentes y la perseverancia. remedios aplicados hasta sus efectos últimos, virtudes que no deben confundirse con debilidad de pensamiento o tibieza de espíritu.
El autor demuestra que en la brillante oscuridad de sus ojos, un trabajo de erudición y ensayo, no basta para abordar el problema que se les acabó tras los atentados, digamos el 7 de enero de 2015 en París. ediciones de horas del Tratado sobre la tolerancia de Voltaire (1762). Hay que leer, sí, Voltaire, pero no podemos quedarnos ahí, hay que hacer un esfuerzo para actualizar su Tratado, pero también todos los tratados que se han escrito sobre la intolerancia. Tenemos que adentrarnos en el problema y comprobar que es una cuenta atávica, y a la vez si es compleja. Necesitamos exponer a los actores e ideólogos y, lo que es menos importante, necesitamos llegar a las cloacas de las ideologías, donde toda esta violencia potencial se cocina antes de ser asesinada y servida en un plato de desolación.
Marco A. Gutiérrez nos ofrece el método de regresión ideológica que pretende revelar la viciada y paradójica semiosis que se esconde detrás de toda intolerancia doctrinal en sus distintos niveles y etapas, para que podamos utilizarla como hilo conductor de Ariadna, si no queremos . encontrarnos atrapados en un laberinto lleno de sofismas engañosos y tautología engañosa.