Terence Atmane tumba a Fritz y se convierte en la gran sorpresa de Cincinnati

Un zurdo francés cambia el guion en Ohio
Una pista, un favorito local, un viernes caluroso de agosto y un marcador que parecía escrito. Hasta que Terence Atmane dijo basta. El francés, zurdo, 23 años, 136 del mundo, llegó desde la fase previa y derribó al cuarto cabeza de serie Taylor Fritz por 3-6, 7-5 y 6-3 en los octavos de final del Masters 1000 de Cincinnati. Sí: un jugador con una sola victoria en torneos ATP en todo 2025 cuando aterrizó en Ohio ha firmado el batacazo del verano.
La victoria vale por dos. Por lo que cuenta en el cuadro —sus primeros cuartos de final en un Masters 1000— y por lo que insinúa de cara al futuro: cabeza fría, tenis directo y la sensación de que no le pesa el escenario. Atmane no perdió un set en la previa y, ya en el cuadro principal, fue encadenando triunfos ante Yoshihito Nishioka, Flavio Cobolli y Joao Fonseca antes de sorprender a Fritz, ídolo de la grada y uno de los pegadores más fiables del circuito en pista dura.
El arranque fue lógico: Fritz mandó con su primer servicio, se llevó el primer set 6-3 y aparentó cortar de raíz el entusiasmo del francés. El giro llegó al final del segundo: Atmane salvó una situación límite con decisiones valientes —resto profundo, derechas planas, cambios de ritmo con la zurda—, robó el saque del estadounidense y se apuntó el 7-5. En el tercero, un break temprano y una gestión impecable del primer saque terminaron de invertir la inercia.
Los números retratan bien la actuación del francés: 13 aces y un 82% de puntos ganados con el primer servicio. En partidos cerrados, esos datos no maquillan: explican. Fritz, que ya le había ganado en 2024 en Shanghai en dos tie-breaks, se encontró esta vez con un rival más suelto, mejor en los momentos calientes y, sobre todo, convencido de que podía aguantar el intercambio sin ceder la iniciativa.
El partido tuvo tensión hasta el final. Con 5-3 en el tercero, y sirviendo para cerrar, Atmane empezó el juego con un segundo saque fallado. El propio jugador admitió luego que estaba rígido. “Intentaba olvidarme del marcador, de la presión, de muchas cosas. Solo quería ser yo mismo”, contó en pista, aún con la adrenalina a flor de piel. Cuando cayó la última bola fuera del alcance de Fritz, el francés se llevó las manos a la cabeza: “No me lo creía. No puedo describir esta sensación. Estoy muy feliz”.
El triunfo empata su cara a cara con Fritz (1-1) y dispara su ranking en vivo hasta el número 93, su primera entrada en el Top 100. Hay hitos por el camino: es el primer jugador procedente de la fase previa que alcanza los cuartos de final en Cincinnati desde 2023 y el de ranking más bajo en situarse entre los ocho mejores desde Borna Coric, campeón en 2022 cuando ocupaba el 152 del mundo.
En Cincinnati también ganó a la grada. Tras sus victorias, Atmane se enfundó una camiseta de los Cincinnati Reds y un T-shirt de Ken Griffey Jr., santo y seña del béisbol en la ciudad. Él mismo confesó que ni siquiera domina las reglas del deporte, pero el guiño fue suficiente para enganchar al público local. Carisma espontáneo, cero cálculo.
El contexto importa. Cincinnati es una prueba exigente por ritmo y condiciones: pista rápida, pelotas que viajan, horarios que castigan la concentración. Los cabezas de serie suelen marcar territorio con su saque; por eso impresiona que un recién llegado haya ganado tantos puntos con primeros y haya sostenido el pulso desde el resto. La clave no fue solo el servicio: también la precisión al abrir ángulos con la izquierda y la lectura del momento para atacar la segunda de Fritz.
¿De dónde sale este nivel? Atmane ha alternado torneos ATP con paradas en el circuito Challenger, donde afinó la confianza y el timing. En 2025, sus resultados en la élite eran modestos, pero en Ohio se percibe una evolución: menos dudas en los puntos largos, más agresividad controlada y un plan claro con la devolución. No se trata de golpes nuevos; es la misma herramienta con mejor manejo.
La victoria, además, desmonta un tópico: que al jugador de previa no le alcanza la gasolina. Atmane se clasificó sin ceder sets y ha resistido cuatro partidos de cuadro principal, todos con tramos de máxima exigencia. El dato del 82% con primer saque dice que está cuidando los juegos de servicio, ahorrando desgaste mental, y el de los 13 aces señala un patrón: cuando hay que salir del apuro, confía en su lanzamiento y su mecánica.
En el banquillo de enfrente, Fritz pagó caro unos minutos de desconexión al final del segundo set. Su hoja de ruta —dominar con el primer golpe y tomar la red cuando la pelota corta— funcionó por tramos, pero no cerró. El estadounidense venía con rodaje y estatus de favorito; lo que no esperaba era un oponente que, viniendo de abajo, mantuviera el nivel en los puntos que deciden partidos.
La foto grande del torneo también cambia. La parte alta del cuadro pierde a un candidato natural al título y abre una autopista para historias menos previsibles. El US Open Series suele regalar sorpresas en estas semanas previas a Nueva York, pero pocas con el impacto de un jugador sin bagaje en Masters 1000 cargándose a un Top 5 del torneo en una sesión de máxima atención.
Lo que viene: Rune en cuartos y una puerta histórica
El siguiente rival será el séptimo favorito, Holger Rune. Duelo distinto: más intercambio, más necesidad de ajustar alturas y direcciones, más batalla táctica. Si Atmane logra el golpe, sería el jugador de ranking más bajo con dos triunfos ante Top 10 en un mismo torneo de Cincinnati desde la racha de Coric en 2022. Y se convertiría en el cuarto clasificado que alcanza las semifinales en Ohio en la Era Abierta.
Ahí asoma el examen definitivo: sostener este pico cuando las luces se intensifican. El propio francés lo dijo sin rodeos: el reto ahora es repetir este nivel “cada semana”. No hay atajos. El Top 100 te da acceso, no te garantiza victorias. Y, sin embargo, se nota que en su caja de herramientas hay recursos para competir: saque pesado, primer golpe agresivo, revés que aguanta y una izquierda que abre la pista.
Para Rune, la ecuación será clara: castigar el segundo servicio del francés y darle menos tiempo con la derecha. Para Atmane, la respuesta pasa por mantener altos los porcentajes con primer saque, frenar las rachas del danés con patrones simples —saque abierto, derecha al hueco— y aceptar que habrá tramos de sufrimiento. Lo que no puede perder es lo que le trajo hasta aquí: osadía sin exceso y cabeza fría al cerrar.
También hay un matiz emocional que conviene no subestimar. La conexión con la grada de Cincinnati puede convertirse en un pequeño colchón cuando lleguen los puntos bisagra. A veces, un gesto —esa camiseta de los Reds, ese guiño a Ken Griffey Jr.— cambia el clima de la pista. Si el público se mantiene de su lado, cada deuce cuenta diferente.
Más allá del cuadro, el salto en el ranking en vivo hasta el 93 abre otra ventana: acceso directo a cuadros grandes, menos vueltas por la previa y, con ello, la posibilidad de planificar mejor la temporada. Para un jugador en crecimiento, eso significa entrenar con rivales de mayor nivel semana tras semana y ajustar más rápido los detalles finos del juego.
En Francia, donde conviven promesas como Arthur Fils y una hornada de jóvenes que empujan, el triunfo en Cincinnati funciona como señal. El escaparate de un Masters 1000 no perdona imposturas: o tienes tenis, o no. Y aquí hubo tenis. Lo demás —la posible narrativa del “nuevo outsider” del verano— se escribirá en los próximos días.
Por ahora, quedó algo muy simple: confianza. La de quien aterrizó sin ruido y sale del estadio ovacionado, con su primera gran victoria ante un top del cuadro, el marcador en la mano y un billete a cuartos. El torneo ya tiene historia, y el nombre propio está claro: Terence Atmane.